Nada más ver la
fotografía de mi árbol genealógico se comprueba que tengo una familia muy
extensa, principalmente por parte de padre. Además, es tan extensa que incluso hay
tíos segundos y primos segundos que no me han cabido en el poster. En
consecuencia, únicamente haré el análisis de mi árbol genealógico a partir de la
imagen siguiente:
En primer lugar, y teniendo en cuenta las fechas de casamiento de las distintas parejas representadas en el árbol, se puede apreciar que los meses más repetidos son: abril y agosto, seguidos de junio y septiembre. El porqué de este hecho radica en las condiciones climatológicas; ya que estos meses son los mejores a nivel climático para casarte.
Por otra parte, y teniendo en cuenta los
hijos y las hijas fruto de los matrimonios de Juan José con Marracota y
Juliana; y los de los matrimonios de Juan con Manuela y posteriormente con
Clotilde, se puede afirmar que entorno a 1970 aún existía una idea de la
familia y del número de hijos/as muy distinta a la actual. Premisa que se ve
reflejada en la tasa de natalidad con respecto de una generación a otra.
Mientras que la primera generación, por parte de padre, tuvo un total de 12
hijos/as y la segunda entorno a unos 4 hijos/as, la tercera generación pasó a
tener una media de 2 hijos/as. Análogamente, esto mismo ocurre con las
generaciones por parte de madre. La primera generación tuvo un total de 5
hijos/as mientras que la segunda este número se redujo a 4 y este, en la
tercera generación, se vio aún más reducido a 2 hijos/as por matrimonio. En
consecuencia, se puede extraer de estos datos que la tasa de natalidad se ha
visto diezmada conforme pasábamos de una generación a otra. Esto ocurre, principalmente,
debido a un cambio de mentalidad entorno a la maternidad y, también, por la
inclusión de la mujer al mundo laboral. Asimismo, la edad a la que se casaban y
la edad a la que se concebía un hijo/a también se ha visto atrasada;
principalmente por la falta de ingresos, seguridad laboral y cambio de
concepción ante la vida. Estas han pasado de estar entorno a los 20-23 años a
los 28-30 años. No obstante, en la
familia por parte de padre se puede apreciar un mismo patrón: las parejas concebían
a un hijo/a meses más tarde al casamiento. Mientras que, en la familia por parte de
madre, concebían a un hijo/a aproximadamente tres años más tarde del
matrimonio.
De la misma forma, y en base a las fechas de
defunción, se puede atisbar que la tasa de mortalidad se ha visto también
diezmada conforme avanzamos en las generaciones del árbol. Esto ocurre debido a
las mejoras en sanidad y a los avances científicos que permiten una mayor
calidad de vida. No obstante, este aumento se ha reflejado en mayor medida en
el sexo femenino; ya que en el masculino la tasa de mortalidad es prácticamente
la misma. Además, y en todas las
generaciones, es mayor la esperanza de vida del sexo femenino frente al
masculino. Se podría pensar que es a causa del estilo de vida laborioso del
hombre frente a la mujer. Sin embargo, en la tercera generación, tanto de padre
como de madre, tanto los varones como las mujeres tienen trabajos que exigen el
mismo esfuerzo físico. Es por ello, por lo que este enunciado tiene realmente
una explicación biológica relacionada, entre otras muchas hipótesis, con los
cromosomas de ambos sexos. En primer lugar, los cromosomas vienen en parejas.
En consecuencia, mientras las mujeres tienen dos cromosomas X, los hombres
tienen un cromosoma X y un cromosoma Y. Según diversos estudios de genética, “la
diferencia puede alterar sutilmente la forma en que envejecen las células. Teniendo dos cromosomas X, las mujeres tienen
el doble de copias de cada gen, lo que implica que tienen uno de sobra si el
otro resulta defectuoso. Los hombres no cuentan con este mecanismo extra. El
resultado es que con el tiempo más células pueden empezar a funcionar mal,
poniendo a los hombres en un riesgo mayor de enfermar” (Robson, 2015).
Por otra parte, tanto por parte de madre como
por parte de padre, los primeros varones que componen el árbol (Juan José y
Juan) se han vuelto a casar tras la muerte de sus respectivas parejas. El
porqué de este hecho radica en la premisa de que aquella época era el hombre el
encargado de las labores del campo (ambas familias trabajaban en la
agricultura) y, en consecuencia, se necesitaba a una mujer para que se
encargase del cuidado de los niños/as y del hogar.
Asimismo, y en lo referente a la edad
entre un hijo/a y otro, en ambas familias son rangos muy parecidos; a excepción
del salto de Juan José a Luisa que fueron 10 años de diferencia. Esto se
explica porque Juan José fue fruto de una relación, fuera de matrimonio, lo que
era inconcebible, por lo que lo más probable es que fuese un matrimonio forzado
a causa del embarazo, entre Marracota y Juan José. Por lo que, Luisa fue fruto
del segundo matrimonio.
Análogamente, únicamente hay dos muertes
prematuras una la de Rufina, hija de Indalecio y Luisa; la cual falleció con 3
años, y otra la del hermano de mi abuela materna Carmen; el cual falleció con meses
y antes de ser bautizado, por lo que no queda registro de él en la Iglesia del
pueblo. En lo referente a Rufina esta tenía una enfermedad genética, concretamente,
una trisonomía 21; que le causó problemas cardiacos severos que culminaron con
su fallecimiento prematuro. Asimismo, su hermano Ignacio también tuvo problemas
genéticos, concretamente, una trisomía 21 simple. En relación a estos sucesos, el
síndrome de Down es una de las causas más comunes de anomalías congénitas. Además,
esta puede ser o no heredada genéticamente. Sin embargo, y teniendo en cuenta
las demás ramas del árbol familiar, y los dos casos en un mismo matrimonio, y
que el síndrome de Down por herencia genética lo transmite, principalmente la
madre, es poco probable que estas anomalías genéticas en ambos menores hayan
sido causadas por herencia. Lo más probable es que estas trisonomías hayan
sucedido de manera fortuita; aunque es sujeto de análisis que justamente hayan
ocurrido dos casos en un mismo matrimonio. No obstante, cabe la posibilidad, aunque
mínima, de que esta trisonomía si se haya transmitido por herencia mediante la translocación
balanceada. Por otra parte, y en lo referente al hijo de mi abuela fallecido.
En aquella época la asistencia en el parto era prácticamente nula, puesto que
muchas veces a las comadronas no les daba tiempo a llegar de pueblos vecinos o
los utensilios sanitarios a su disposición consistían en: agua caliente, un barreño
y una tijera. Además, el parto la mayoría de las veces era en la propia casa de
la embarazada. Mi madre, hija de mi abuela Carmen, nació en su casa en un
mandil. En consecuencia, y debido a todos estos factores, el parto del hermano
de mi abuela se complicó causando diversas secuelas en el bebe que se
manifestaron más tarde en problemas de salud que acabaron con su vida.
Por otro lado, un hecho remarcable es que, a
pesar de que mi abuela nació el 19/01/1932
y es melliza de su hermana Josefa. En su DNI pone que mi abuela nació el
19/01/1933. Esto ocurre debido a que por aquella época no se tomaba un control
exhaustivo del parto y, por tanto, tampoco se realizaba un control de la fecha
exacta de nacimiento.
Análogamente, tal y como se puede observar en
las fechas de defunción de mis abuelos maternos, estos murieron a muy corta
edad en comparación con la tasa de mortalidad de la época. Esto ocurrió debido
a los siguientes motivos: en primer lugar, mi abuela falleció a una negligencia
médica debido a la heparina administrada tras una operación; la cual le provocó
un trombo en las piernas del cual murió. Mientras que, por otra parte, mi
abuelo falleció debido a diversos problemas, también médicos, relacionados con
los pulmones.
Además, otros datos relacionados también con
el cambio de mentalidad son que mientras antiguamente le divorcio se concebía
como algo impensable, es a partir de las segundas generaciones donde comienzan
a aparecer los primeros divorcios. Sin embargo, estos en muchas ocasiones son
encubiertos debido a que son vistos como una deshonra para la familia; puesto
que tienen un peso y connotación religiosa y social importante. No obstante, a
partir de la tercera generación el divorcio se normaliza y se ve, principalmente
como una ruptura de un acuerdo matrimonial.
Por otra parte, y en lo referente a los
movimientos demográficos, por parte de padre, únicamente dos personas de la primera
generación se movieron del pueblo (el Provencio) a la ciudad (Madrid) entre
ellas mi abuela. La cual emigró debido a que a mi abuelo le concedieron un
puesto de trabajo en Peugeot y, además, por aquel entonces la gran ciudad se
relacionaba directamente con mayor éxito laboral, mejor educación y mejor
calidad de vida. No obstante, las segundas generaciones, por parte de padre,
comenzaron a emigrar a distintas partes de España y Francia. Aunque, cabe
mencionar que esta emigración no fue masiva; ya que aún predominaban las
personas que se quedaban en el campo frente a la ciudad. Sin embargo, la
tercera generación prácticamente es toda urbanita. Análogamente, con las
generaciones por parte de madre ocurre algo similar. La primera generación se quedó
toda íntegramente en el pueblo (las Pedroñeras); puesto que vivían de la
agricultura. Asimismo, la segunda generación es mita urbanita mitad rural; ya
que mi madre y mi tía se mudaron a Madrid; mi tía por cuestiones de alergia al
polvo del ajo y mi madre debido a una oferta de trabajo. Sin embargo, mi
tercera generación por parte de madre, es también mitad urbanita y mitad rural.
No obstante, es una generación muy globalizada puesto que los urbanitas viven
en diversas partes del mundo tales como Estados Unidos o México.
Por último, y si nos fijamos en los nombres,
casi todos los nombres elegidos para los niños/as son aquellos que representan
a otro miembro de la familia, principalmente, al padre o a la madre del menor. Por
ejemplo: Desilos y Julia llamaron a su hijo varón Desilines (haciendo
referencia a su padre), Juan José y Asunción tuvieron a Asunción (en honor a su
madre), Juanjo y José tuvieron a María José (tomando el nombre del padre), etc.
Además, el nombre más repetido, tanto para el sexo femenino como el masculino,
es José. El porqué de este hecho radica en que antiguamente se ponían nombres con
algún contexto bíblico. No obstante, y conforme avanzamos en generaciones,
aparecen nombre mucho más modernos y actuales tales como: Aitana, Vanesa u
Olga.
- Libro de Familia



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